*Por Carlos Duarte y Maria Paula Díaz
Los procesos de movilización y protesta han experimentado una innegable transformación en los últimos años. A partir de la ya clásica definición de “nuevos movimientos sociales” esbozada por Alain Touraine en los años ochenta, o la de “movimientos populares” de Leopoldo Múnera en los noventa, la discusión posteriormente se transformó desde orillas diferentes bajo el paradigma interseccional y la teoría crítica. En la actualidad, una cuarta generación de formas de movilización (4.0), ha venido emergiendo en el marco de profundos procesos de individualización social, universalización de las redes sociales, precarización y aumento de las brechas de desigualdad.
Bajo el anterior contexto, el “paro” ha sido una tecnología de interpelación al Estado y al aparato productivo en general. De los paros agrarios que buscaban interrumpir el flujo de alimentos y materias primas a las huelgas generales que detenían las industrias en las ciudades, hemos venido avanzando a un nuevo tipo de movilización y acción colectiva. A nivel internacional, esta forma de movilización puede observarse en los chalecos amarillos franceses, la primera línea chilena o el movimiento independentista hongkonés. En Colombia existen tres episodios muy representativos de esta forma de movilización: el 21-N de 2019, los eventos de septiembre de 2020 y el último Paro Nacional de 2021.
Estas formas de organización colectiva son profundamente horizontales, tienen dificultades, o no reconocen totalmente los mecanismos de representación tradicional de la izquierda. Se movilizan a modo de enjambre, como esboza Byung-Chul Han, e invitan a repensar o deconstruir la fácil conceptualización oficial del “vándalo”. Asimismo, plantean la necesidad de pensar espacios de diálogo social multinivel y multisituados.
A esta nueva forma de interpelación y organización social la hemos sintetizado, para esta convocatoria, bajo la categoría temporal de Paros 4.0. Dicha invitación fue acogida por varios grupos e individuos, que buscan aportar a pensar estos nuevos fenómenos sociales que seguramente seguirán profundizándose como lineamientos de la acción colectiva organizada.
Como podrá observarse en los articulos que hacen parte del presente número, los principales actores de las protestas representaban los sectores víctimas de la desigualdad y de la exclusión histórica en Colombia. Jóvenes desempleados o sin acceso a la educación, trabajadores informales, colectivos étnicos y culturales, desplazados, víctimas del conflicto, personas vinculadas con trabajos ilícitos, actores armados en proceso de reincorperación, entre otros, hicieron un llamado a ser tenidos en cuenta tanto por sus semejantes, como por las instituciones del poder.
Sin embargo, estas demandas no se limitaron a uno o dos días de protestas alrededor del país, sino que se extendieron tanto en las acciones, como temporalmente. Esto quiere decir que se presentaron prácticas, justificadas en la necesidad del reconocimiento y la atención a los problemas de las poblaciones vulnerables, que fueron rechazadas por algunos sectores e incentivadas y aprobadas por otros.
La mayor parte de este dossier 218 plantea distintos ejes de reflexión respecto a los actores, las causas y los efectos de las movilizaciones en Colombia, especialmente las que se presentaron el pasado año. En el texto El paro de paros en Colombia: estallidos plurales y disputas en común, Marta Saade y Carlos Alberto Benavidez nos proponen una interpretación del estallido social, en función de su relación con el proceso de paz y la pandemia. Esto se hizo a través de una descripción etnográfica de los episodios que se presentaron en el contexto del Paro Nacional, que se denominó el “paro de paros”, por ser la posible expresión de todas las luchas sociales de la última década.
Aproximándose un poco más a los antecedentes de las luchas sociales en Colombia, Natalia Becerra nos comparte su artículo El Bogotazo o la forma adecuada de protestar, donde se toma como referencia las dinámicas del carnaval como protesta ritual y se observan las distintas formas que adquiere la lucha social. Todo esto para analizar los medios adecuados de esta expresión que la legitima como un derecho.
A continuación se analiza la protesta social entre los meses de abril y junio del año pasado desde la perspectiva de la crisis de representación de la sociedad colombiana, contrastando la mirada complotista y homogeneizante de los funcionarios estatales con la realidad multiforme de la movilización social. El investigador Fernán González nos muestra en La crisis de representación de la sociedad colombiana. Un intento de análisis político del Paro Nacional del 2021, cuales fueron las implicaciones entre la mezcla de la protesta de sectores institucionalizados con la irrupción en la escena pública de grupos marginal o subordinadamente relacionados con la institucionalidad.
Por otro lado, y resaltando uno de los eventos más representativos del Paro Nacional, José Fernando Sánchez hace una reflexión acerca de las Controversias sobre el uso de armas de fuego por parte de los ciudadanos durante el Paro Nacional del 2021 en Colombia a partir de la sociología pragmática, con el fin de entender los recursos argumentativos de los actores al momento de justificar sus conductas. Para esto, se siguen los lineamientos de la teoría de los regímenes de justificación de Luc Boltanski y el análisis del discurso de Teun Van Dijk e Iván Rodrigo Mendizábal.
No obstante, las dinámicas dentro de la protesta y los movimientos sociales no se reducen a las actividades pacíficas en las calles. Existe una multiplicidad de heterodoxas formas digitales y es importante entender hasta qué punto estos movimientos están enraizados en —y son contestados por— materialidades, artefactos y redes con un largo recorrido histórico. A partir de esta cuestión, Jaume Valentines Álvarez y Ana Fabiola Rincón producen ¿Revolución 4.0? Piedras y algoritmos en las protestas en Colombia (Apuntes emergentes para un análisis sobre tecnología, política y violencia), para profundizar en la permeabilidad entre lo digital y lo material por un lado, y entre lo civil y lo militar por el otro, con el fin de reflexionar acerca de las complejas relaciones entre tecnología, política y violencia en las últimas protestas en Colombia.
Los dos últimos textos que cierran el número 218 de la Revista Controversia se distancian un poco del eje temático expuesto anteriormente, pero conservan la intención de dar un entendimiento acerca de los conflictos en algunos contextos. Jorge Andrés Baquero muestra en Emergencia y declive de las FARC-EP en la subprovincia del Sumapaz, años 1990-2004, las dinámicas socioespaciales que surgen a partir del conflicto armado en esta región, caracterizado por la intensidad de la violencia. Para esto, se ilustran las implicaciones de la presencia de las FARC-EP y su relación, en términos de rupturas y continuidades, con la población del territorio.
Finalmente, Lucia Bachoer publica La conflictividad laboral en las plataformas digitales. Un acercamiento al caso de los repartidores en la ciudad de Buenos Aires (2018-2020) para analizar la conflictividad laboral generada por la presencia de plataformas digitales, cuyo modelo de negocio está basado en la gestión algorítmica. Para esto utiliza una metodología cualitativa que incluye el análisis bibliográfico, una etnografía de redes sociales sindicales, entrevistas a informantes claves y un desarrollo de indicadores de conflictividad.
Luego de esta breve síntesis de la coyuntura de los últimos paros y conflictos, parece perfilarse que uno de los grandes retos de estos movimientos sociales emergentes, estará en cómo ajustar de manera justa su horizontalidad constitutiva para poder ensamblar estrategias de representación y accionar colaborativo de cara al juego de poderes que busca mantener el statu quo, aún a costa de la sociedad misma.